
Uno de los monumentos contemporáneos realizados en hormigón para la ciudad de Sevilla, lo encontramos en el Muelle de la Sal. Realizado por el escultor Eduardo Chillida (1924-2002), un símbolo a la Tolerancia inaugurado para la Exposición Universal de 1992 y cuya ubicación hace el lugar.
Llevaba algún tiempo queriendo hablar de esta escultura de hormigón, hacer hincapié en su importancia, un vínculo entre la cuidad de Sevilla y un escultor de gran reconocimiento internacional.
Casualmente, lo recordé en la pasada Feria Arco, cuando varias galerías exponían obras del escultor-pintor vasco, entre ellas la galería Carreras Múgica (Bilbao), una serie Euzkadi, obra gráfica que trabajó paralelamente en los años 70 a su obra escultórica; juego de espacios vacíos, trazados y rutas, que nos siguen cautivando.
Hoy tocamos el alma de esta gran pieza de hormigón y contamos su historia.
El monumento a la Tolerancia, fue una idea que tardó en formalizarse, pero un proyecto que siempre perteneció a Sevilla. Inaugurado en abril de 1992 coincidiendo con el V Centenario de la expulsión de los judíos, en memoria de nuestros antepasados y expresa el deseo de unión (en un futuro no muy lejano) entre judíos, musulmanes y cristianos.
Dada la cercanía de la obra de Chillida a la música, cada una de sus esculturas compone una partitura distinta, pero si algo tienen en común es “la de ser lugar”.
Chillida da mucha importancia a las reflexiones referidas a su ubicación en un entorno concreto, en este caso tenía libertad total para elegir el emplazamiento de la obra.
Sus cinco metros de altura y sus doce de ancho se alzan en el Muelle de la Sal, un espacio adaptado para ser recorrido y visitado, paralelo al río Guadalquivir, junto al Puente de Triana, otro elemento arquitectónico del entorno.
A la inquietud de los que opinan que se esconde en un plano que no realza ser contemplada por la ciudad, sólo cabe exponer, que la escultura de Chillida formaliza la relación global de construcción-lugar-tiempo; el ver, el oír, el oler, el tocar y el tiempo. Como consecuencia, un espacio lento, que hace visible algo que no estaba en ese lugar particular.
La interiorización del concepto arquitectónico, no fue casualidad, sino una evolución del escultor. Investiga los conocimientos básicos del material, su técnica aplicada a la escultura y es a partir de 1972 cuando se introduce en el mundo del hormigón como nuevo material. Material constructivo inusual hasta entonces en escultura, el cual le ofrece soluciones espaciales, esculturas de gran formato y determinación de escalas.
El escultor Eduardo Chillida realizó muchas obras en hormigón con la colaboración del ingeniero José Antonio Fernández Ordoñez, que le asesoraba como si de estructuras arquitectónicas se trataran; Lugar de Encuentros (Madrid, 1972) o Elogio del Horizonte (Gijón, 1987), entre otras. Buscaba un hormigón diferente e intervenía en todo su proceso de elaboración y de curado, así como todo el proceso de encofrado y tratamiento posterior, que pertenecía al propio proceso de creación de la obra.
Realizaba las esculturas en boceto pequeño. Posteriormente se realizaba a escala uno a uno con poliestireno expandido, sobre este poliestireno expandido se forraba de la madera del encofrado y tras retirar el poliestireno expandido se hormigonaba.
En su piel se pueden apreciar las huellas del encofrado utilizado.
El Monumento a la Tolerancia no fue hormigonado in situ, se realizó en un pabellón de Oiartzun, cerca de Hernani y después se transportó a su emplazamiento en camiones. Su elevación y colocación también requería maquinaria especializada, hasta depositarla definitivamente sobre un apoyo que le servía de cimentación.
Independientemente de las agresiones de vandalismo sufridas, que suponen un ataque tanto a la pieza como a su símbolo, el hecho de encontrarse en la intemperie, la dosificación del Hormigón así como la elección de los componentes empleados, pueden justificar el estado en el que se encuentra la escultura en la actualidad.
La porosidad, la textura, el color son parte de la obra y no podemos desechar la idea, que esas pequeñas fisuras, eflorescencias y marcas del paso del tiempo, no sean señas justamente deseadas por el artista como parte del envejecimiento de la obra.
La escultura pública ha sido reparada, se perciben añadidos de material de distintas texturas, para corregir las posibles patologías, en algunos casos tan notables que se puede hacer valoración de si ha sido la mejor solución, así mismo, posibilitará un mejor estudio para el tratamiento más óptimo de patologías futuras.
La gran escultura abstracta a espaldas del rio con brazos extendidos de grandes dimensiones, está acompañada de dos muros de piedra. En uno de ellos se transcriben las palabras que el Premio Nobel de la Paz Elie Wiesel, víctima del Holocausto, pronunció en la inauguración del monumento:
Deteneos, hombres y mujeres que pasáis. Deteneos y escuchad.
Escuchad la voz de Sevilla, voz herida y melodiosa, la de su memoria, que es también la vuestra, es judía y cristiana, musulmana y laica, joven y antigua. La humanidad entera en sus sobresaltos de luz y sombras, se recoge en esa voz para extraer del pasado fundamentos de esperanza.
Aquí como en otros sitios, se amaba y se odiaba por razones oscuras y sin razón alguna. Se hacían rogativas por el sol y por la lluvia. Se interpretaba la vida dando muerte, se creía ser fuerte por perseguir a los débiles, se afirmaba el honor de Dios, pero también la deshonra de los hombres.
Aquí como en otros sitios, la tolerancia se impone, y lo sabéis bien vosotros, hombres y mujeres que escucháis esta voz de Sevilla. Sabéis bien que, cara al destino que os es común, nada os separa.
Puesto que Dios es Dios, todos sois sus hijos a sus ojos. Todos los seres valen lo mismo, la verdad que invocan no es válida si a todos no los convierten en soberanos.
Ciertamente toda la vida termina en la noche, pero iluminarla es nuestra misión. Por la Tolerancia.
En Sevilla tenemos un Chillida, que podemos ver, oler, tocar y sentir, que sigue vivo el símbolo que lo recorre a lo largo de sus brazos y que sale a través de sus pequeñas fisuras. En cada encuentro nos recuerda tolerancia como parte de nuestra identidad.

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Esta escultura de hormigón, como creo que casi todas las que Chillida realizó en éste material,”proceden” del acero: una pequeña escultura-prototipo de acero es utilizada para llegar a la escala definitiva en hormigón. La calidez de la madera del encofrado creará la textura, junto con la composición y dosificación premeditada de un hormigón especial, diferente del hormigón arquitectónico.
La forma lo aglutina todo y crea la magia.
Estas esculturas están llenas de tensión y de vida. La tensión, las torsiones del acero al estirarse o retorcerse, forjadas en hormigón armado.
Se intuye la laboriosidad del proceso, su complejidad, la artesanía… Un trabajo de equipo, sin duda.
Creo que nadie como él, hasta ahora, ha conseguido insuflar tanta fuerza y tanta vida a la escultura realizada en este material.
Sus “hormigones” no son fríos, son esculturas que proceden, también, del fuego, del fuego que ablandó el metal.
Formas de hormigón con ecos de acero al rojo vivo, cristalizados en estructuras, donde la geometría se moldea para enmarcar, atrapar, espacios. Espacios para la meditación y la concordia.
Un genio
Me quedo con tu frase “Esculturas llenas de tensión y de vida”.Transmite muy bien la esencia constructiva del escultor.
Gracias Martín por pasarte por el blog y por aportar tu visión sobre esta espectacular escultura de Chillida. Un saludo