Una colección de Esculturas representativas de las diferentes tendencias de la abstracción española.
Recuperar un espacio urbano bajo un puente para convertirlo en una zona de paso, descanso y de contacto con el arte fue lo que dio origen a la creación del Museo de Escultura al Aire Libre de la Castellana, del cual te voy a hablar en este post.
Ante la abundante programación cultural que ofrece la ciudad, el proyecto en sí pasa desapercibido y no ha sido hasta hace poco que lo he descubierto.
La visita tuvo lugar en una salida junto a mi compañero de rutas expositivas, Sergio Harillo, dando lugar a un extraordinario recorrido por Madrid. Puedes leer su visión del viaje en Cultura Sevilla.
El Museo de Arte al Aire Libre de la Castellana, inaugurado 1972, pasó a llamarse Museo de Escultura al Aire Libre, quizás porque, como todo proyecto, lo que se iniciaba como un plan mayor para albergar diferentes obras artísticas, dio lugar a un espacio de encuentro donde se sitúan 17 grandes obras escultóricas.
Aun así, se mantiene el concepto de Museo, otorgándole una dimensión mayor que a un proyecto instalativo al aire libre.
Éste pretende integrar el arte con diferentes elementos arquitectónicos y planos colindantes, como pueden ser: el puente que le da cobijo y sombra, el desnivel entre las dos arterias, los diferentes accesos, el agua de la fuente o la zona ajardinada.
La iniciativa, que aún hoy me parece muy ambiciosa, no hubiera sido posible llevarla a cabo sin las sinergias producidas entre los ingenieros proyectistas del puente y el artista Eusebio Sempere, cuya implicación en el proyecto fue muy notable.
Aunque no menos importantes son la generosidad de extraordinarios artistas y la implicación de los gestores del momento, que asumieron su propiedad.
Todos los artistas seleccionados eran figuras reconocidas internacionalmente y representativas de las más variadas tendencias de la abstracción española, desde el informalismo hasta el constructivismo y las corrientes geométricas.
El conjunto de piezas conforma una importante colección donde tres piezas son clave en la constitución como Museo: “Toros ibéricos”, una escultura en bronce, realizada por Alberto Sánchez en su exilio tras la Guerra Civil; “La petite faucille”, una escultura en hierro que representa una figura femenina sosteniendo una hoz, realizada por Julio González; y “Mère Ubu”, la escultura pulida realizada por Joan Miró, que fue colocada años después de la inauguración inicial.
En total, dos grandes maestros de las primeras vanguardias del s. XX unidos al Joan Miró representativo de la estética surrealista.

Alberto Sánchez. Museo de Escultura al Aire Libre de la Castellana.

Julio González. Museo de Escultura al Aire Libre de la Castellana.

Joan Miró. Museo de Escultura al Aire Libre de la Castellana.
Sería difícil dejar de mencionar alguna obra, aunque en mi caso voy a destacar dos piezas realizadas con hormigón, un material experimental que empezó a utilizarse a principios de los años cincuenta como material escultórico: “Lugar de encuentros III”, de Eduardo Chillida y “Al otro lado del muro”, de José María Subirachs.
La disposición de las piezas en el espacio central hace que una de las que llaman más la atención sea la obra “Lugar de encuentros III” (1972), que, como su nombre indica, sugiere una invitación al diálogo entre el arte y los paseantes.
Como curiosidad, según puedes consultar en la web disponible del Ayuntamiento, tuvo diferentes emplazamientos, lo que le dio el sobrenombre de “Sirena varada”.

Eduardo Chillida. Museo de Escultura al Aire Libre de la Castellana.
La pieza forma parte de una serie de trabajos realizados en este material por Chillida. Podemos contemplar los brazos de la pieza ejecutados con la misma filosofía constructiva que la pieza “Tolerancia”, ubicada en el Muelle de la Sal en Sevilla.
La pieza “Al otro lado del muro”, que ya fue incluida en la relación de piezas de hormigón como material escultórico, emplea este material, aunque no en su totalidad.
La obra está compuesta por un monolito de hormigón, de carácter arquitectónico, atravesado por seis esferas de piedra caliza para reflexionar sobre el estudio de la penetración de unos cuerpos en otros.

José María Subirachs. Museo de Escultura al Aire Libre de la Castellana.
El Museo de Escultura al Aire Libre, al tener carácter abierto, presenta ciertos factores relevantes, como pueden ser: la luz natural que se refleja en “Un mundo para niños”, de Andreu Alfaro, reforzando la sensación de movimiento; o el viento que hace mover las varillas flexibles de “Móvil”, la pieza de Eusebio Sempere; o el agua que fluye bajo la escultura “Mediterránea”, de Martín Chirino.

Andreu Alfaro. Museo de Escultura al Aire Libre de la Castellana.

Eusebio Sempere. Museo de Escultura al Aire Libre de la Castellana.

Martín Chirino. Museo de Escultura al Aire Libre de la Castellana.
Otros factores, como la ubicación o la escasa información in situ, pueden hacer, en cambio, que algunas piezas pasen desapercibidas.
El intercambio de piezas en el cartel de situación entre la escultura en acero corten “Proyecto para un monumento IV B”, de Pablo Palazuelo, con la escultura “Volumen-Relieve-Arquitectura”, del escultor madrileño Gerardo Rueda, puede considerarse sólo anecdótico, sin embargo, la disposición a manera de friso entre dos escalinatas es difícil de percibir.
Aún así, está muy conseguido encajarla para reflejar continuidad.
Por su ubicación céntrica, El Museo de Esculturas al Aire Libre de la Castellana está integrado en el día a día de la ciudad sin ninguna limitación de acceso ni de horarios.
Éstas son ventajas que, por otro lado, implican mayor vigilancia y una notable iluminación para que las esculturas puedan ser contempladas de noche.
Podría decir que el museo se puede mejorar, incluso hacer hincapié en el mantenimiento de la zona donde están ubicadas las bellas esculturas “Unidades-Yunta”, de Pablo Serrano, piezas de gran tamaño que podemos contemplar y tocar a diferencia de las piezas similares que tanto miman en su Museo en Zaragoza.

Pablo Serrano. Museo de Escultura al Aire Libre de la Castellana.
Si bien es evidente que faltan figuras importantes, incluso algún nombre de mujer, esperemos que algún día veamos renovarse o, como en todo museo, ampliarse la colección para el disfrute de los visitantes. En ese tiempo quizás hayamos aprendido a convivir respetuosamente con el arte público.
En mi opinión, hay que tener presente que un proyecto de este calibre supuso un hito en aquellos tiempos, y aun hoy no es nada fácil de plantear. Por ello, debemos darle la importancia que se merece y tenerlo como referencia cuando pensemos en la posibilidad de gestionar un proyecto escultórico al aire libre para la ciudad.
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