
En momentos como este, en el cual sólo nos queda soñar con una visita al Louvre o recorrer las nuevas exposiciones por las redes sociales, poco se habla de todas esas expresiones artísticas que emplean la interacción con el público como parte de su creación.
Museos, espacios culturales y galerías están en una fase de transformación, repensando su modelo, pero en este post no voy a hablar sobre tendencias o cómo, en mi opinión, serán los centros culturales del futuro, de esos, probablemente, habrás leído unos cuantos. Más bien voy a reflexionar sobre dónde se sitúa el usuario digital en los nuevos proyectos expositivos y online.
La conexión creador-obra-usuario se produce en muchos escenarios expositivos diferentes, tanto físicos como virtuales, teniendo como uno de sus objetivos más importantes el hacer visible la producción de los artistas, aunque esta afirmación tiene muchos matices. ¿Quién decide qué es arte y qué se puede exponer? ¿Qué artistas y por qué? o ¿Cuánto se invierte? En todas las respuestas entraría en juego el público, el target de la muestra, y el rol que queremos que desempeñe cuando asista.
El visitante de una sala expositiva tiene libertad para rodear una pieza y percibir, aunque sin tocar, sus texturas y sus dimensiones; encontrar ese diálogo con el espacio o con otras piezas; interactuar con los artefactos disponibles; sacarse fotos junto a las piezas; o disfrutar de una experiencia sensitiva. No cabe duda de que no es lo mismo adentrarse en una pieza de Cristina Iglesias en sala que verla fotografiada a través de la pantalla. Y por ello el público digital quiere mucho más.
Se siguen produciendo exposiciones físicas aburridas, que no esperan nada del espectador y lo obligan a realizar un recorrido, en muchos casos contemplativo, por una serie de proyectos que no saben qué quieren contar, o poco ambiciosas, donde el título de la exposición sólo marca el interés del comisario. Y como era de esperar la comunicación online es unidireccional y está enfocada a atraer ese público a la sala presencial.
No hace mucho, en la visita a una exposición en el CAAC Sevilla coincidía con un grupo de alumnos de la Facultad de Bellas Artes. Todos, móvil en mano, se interesaban más por quién era la artista y cómo lo había desarrollado que por lo que transmitía el proyecto que tenían delante. En mi opinión, ese público que bien tiene el perfil de usuario digital había quedado al margen de la exposición. Simplemente abandonaron el recorrido después de un breve vistazo ya que cuando ellos visitan el museo quieren ser espectadores activos. Aquellos que cuestionan y se relacionan con las obras.
Para atender a este público digital son muy interesantes las exposiciones híbridas, que desarrollan un discurso con presencia online y física. El espacio online permite al visitante acceder no solo a nuevos datos, sino también expresar su opinión e incluso generar comunidad en torno a la exhibición.
¿Qué ocurre entonces cuando el espacio expositivo pasa al campo de lo virtual? ¿Cómo conecta el creador con el público digital?
Frente a la falta de público presencial por todo lo relacionado a la crisis sanitaria, internet posibilita acceder a espacios de arte y galería que abren sus puertas, a miles de kilómetros, a través de múltiples exposiciones virtuales. Un concepto que hoy pasa por diferentes formatos, desde la publicación de obras artísticas digitalizadas y curadas con un discurso narrativo, hasta imágenes 3D o en 360 grados que integran el espacio arquitectónico. Aunque en mi opinión, queda mucho trabajo por hacer.
Las exposiciones virtuales que son concebidas como espacios digitales, únicamente accesibles a través de la web, deben atender a un público que tiene al alcance de un clic todas las posibilidades que le da internet, demandando un nivel superior de participación. Y que, al igual que en una exposición física, se le debe situar en el centro, presentando estrategias que se desarrollen a través de la hipertextualidad y multimedia.
La historia demuestra que conceptos de diferente índole pueden coexistir, permitiendo que las expresiones se enriquezcan y convivan en armonía. Ya lo vimos con el descubrimiento de la fotografía, que muchos vaticinaron como el fin de la pintura. Paradójicamente, en los medios digitales es más fácil descifrar y traducir al usuario lo que el autor nos quiere contar con su pieza, o el nuevo discurso que aporta el comisario, y por lo tanto hay que aprovecharlo y ponerlo al servicio del usuario.
Esta es una oportunidad para reflexionar sobre las exposiciones híbridas y los nuevos públicos, más activos, que visitan las exposiciones. No es una buena estrategia atraerlos a través de las redes sociales si después la muestra no les ofrece posibilidades de interactividad, por ejemplo, utilizando el móvil para buscar más información sobre lo que encontraron interesante. A partir de ahora deberán convivir los dos medios: el presencial, de una forma híbrida, y el virtual. Cada uno producido para su público objetivo ya que no hay que olvidar que la tecnología es una herramienta que ha llegado para quedarse.
Sandra G.- Project Manager de EXPRESSAN.
[Autora en la sección Management]
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