
El 2020 ha sido un año como ningún otro, y nos ha dejado mucho trabajo por hacer. En algunos casos, consistirá en empezar proyectos desde cero de una forma diferente, en otros, recomponiendo con una visión de cambio los proyectos que hayamos rescatado. En cualquier circunstancia, una buena parte de este trabajo será emocional, ese quehacer invisible, y a la vez tan valioso, al mismo nivel de esas tareas que planificamos en la gestión de proyectos.
Me refiero al trabajo de ser un profesional aunque no tengas ganas de serlo, o de hacer el esfuerzo de relacionarnos con los demás de una manera que conduzca al mejor resultado a largo plazo. Al trabajo de escuchar cuando prefieres gritar.
Esta forma de actuar nos hace ver lo importante que es el trabajo emocional, ya que si bien nuestras emociones afectan a cómo actuamos, son también nuestras acciones catalizadores de cómo nos sentimos.
Aún siendo el arte un campo muy emocional, me encuentro con muchos proyectos artísticos que se construyen sólo desde una percepción externa, concentrados en la estética pero vacíos de significado. Una proyección que a corto plazo puede seducir pero que, al carecer de la parte emocional, en ningún caso llega a conectar con las personas ni deja legado.
A lo largo de la pandemia muchos artistas han trasladado a su producción las diferentes emociones que se han experimentado. Un reflejo de las vivencias acaecidas que quedarán en el registro artístico a través de sus pinturas e imágenes. Sin embargo, hay que diferenciar las emociones o sentimientos que subyacen en un proyecto con el trabajo emocional que hay que desarrollar en torno a éste. ¿Crees que un coleccionista de arte actual no indaga en cómo es ese artista que le interesa antes de adquirir una pieza? ¿Crees que la actitud no influye a la hora de contratar un servicio o una persona para un trabajo?
Con esto quiero constatar que las palabras importan. Importa la forma en que las decimos, cuándo las decimos y qué hacemos después de decirlas.
Este es el momento perfecto para replantearnos la parte emocional de cada proyecto, su plan de comunicación y establecer conexiones generosas, ya que tenemos la oportunidad de crear interacciones digitales que perduren. El trabajo emocional de un proyecto no es fácil pero merece la pena dedicarle tiempo y esfuerzo, por eso es valioso. Es un cambio de postura significativo en torno a las personas, el cual requiere mucha responsabilidad.
Sandra G.- Project Manager de EXPRESSAN.
[Autora en la sección Management]
- Sección Management: Mas de 20 artículos para mejorar tu proyecto creativo
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