Llevaba tiempo con ganas de escribir sobre coleccionismo, la pasión por adquirir y atesorar obras de arte que, como si de piezas de un puzle se trataran, encajan en cada colección particular.
Sobre esta temática hay infinidad de libros, en muchos casos ligados a cómo se desarrolla el mercado del arte. También hay curiosas biografías de influyentes marchantes de arte y de famosos coleccionistas, como por ejemplo “Confesiones de una adicta al arte. Peggy Guggenheim”, que definen de alguna manera las distintas concepciones que a lo largo de la historia ha tenido el término coleccionismo y, al mismo tiempo, ayudan a entender la importancia de los coleccionistas en el mundo del arte.
Si buscamos la palabra coleccionismo en la RAE encontramos que proviene de colección e –ismo, incluyendo dos significados: a) Práctica de coleccionar y b) Técnica para ordenar adecuadamente una colección. Sin embargo, esta definición no aclara mucho y habría que matizar. Deja libre la idea sobre qué coleccionar, pudiendo incluir arte, sellos o cualquier otro artículo. Para mí, hay muebles que tienen la misma importancia artística y creativa que una escultura. Le Corbusier y Charlotte Perriand diseñaron lámparas y sillas insuperables que hoy son piezas de coleccionista, sin embargo el poseer varias piezas de arte no implica que sean piezas de una colección, por tanto, no podemos confundir coleccionar con decorar y no todo comprador de arte es coleccionista. O en realidad ¿sí lo es?
En décadas atrás, los fondos de las colecciones privadas eran desconocidos para el gran público. Sin embargo, con el auge de las colecciones corporativas, desde fundaciones bancarias hasta corporaciones empresariales o grupos industriales, su presencia en el sistema artístico es más notable. Ahora, con crisis incluida, son tiempos en los que nombres y piezas son cada vez más conocidos por la presentación de exposiciones con sus obras, presencia en las ferias de arte y por su adhesión a patronatos de museos. Incluso se han creado espacios expositivos para albergar estos fondos corporativos extendiendo así el placer, a la difusión, y el campo de acción hacia la sociedad. Por citar algunos ejemplos: La Caixa (Fundación la Caixa), Banco Santander (Fundación Santander), Telefónica (Fundación Telefónica), Seguros DKV (Colección DKV), la Corporación Industrial MP (Fundación Valentín de Madariaga y Oya) y Focus Abengoa (Fundación Fondo de Cultura de Sevilla).
Una representación de la apertura al público de lo que antes era exclusivamente privado, lo encontramos en algunas de las inauguraciones recientes en el panorama cultural: la Fundación Norman Foster y el Centro de Arte “Bombas Gens”.
La Fundación Norman Foster, instalada en un palacete protegido en Madrid que se puede visitar previa cita, es un centro de arquitectura, diseño y urbanismo que muestra decenas de maquetas y un gran archivo que por primera vez está disponible. Muchas de las ideas más íntimas, fuentes de inspiración del famoso arquitecto se recogen en la exposición ‘Norman Foster. Futuros comunes’ que alberga el Espacio Fundación Telefónica y que tiene como objetivo acercar al público la obra del arquitecto y su visión del futuro.
El Centro de Arte “Bombas Gens” en Valencia a través de su Fundación (Fundació Per Amor a l´Art), recupera un edificio “art decó” para transformarlo en museo y pone a disposición del público la riqueza de la colección privada creada por los ingenieros José Luis Soler y Susana Lloret.
También quisiera resaltar otro ejemplo de exhibición de una colección privada de arte, en este caso en el Museo Bellas Artes de Bilbao, la extraordinaria Colección Alicia Koplowitz – Grupo Omega Capital que se da a conocer por primera vez al público. Una exquisita muestra que alberga tanto pintura como escultura e incluye maestros nacionales como internacionales.
El hecho de poner a disposición del público una colección privada es una de las facetas del coleccionista que favorece la formación de la sensibilidad hacia el arte. Pero no es la única, también existen otras ayudas, desde el mecenazgo y apoyo a su producción, hasta la adquisición de la pieza finalizada, y eso es independiente de ser un coleccionista corporativo o simplemente coleccionista de arte.
No es posible encontrar dos colecciones iguales, aunque puedan reunir piezas del mismo artista o pertenezcan al mismo marco temporal. Cada una de ellas es el reflejo del propio coleccionista, de la personalidad y voz que se le quiera dar a la colección. Por ello, cada una de ellas merecería un estudio independiente para indagar en los motivos que la han hecho posible. No obstante, el punto de partida de todas ellas, más allá de otros factores como la inversión o el estatus social, es la pasión por el arte y ese poder nos acerca y nos iguala a todos, a todos los que llevamos un coleccionista en nuestro interior.
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