
El brutalismo, un movimiento que tuvo su auge entre los años cincuenta y setenta del pasado siglo, cuenta con ejemplos en todo el mundo. Se basó en el uso de grandes estructuras de hormigón visto que despiertan amor y odio a partes iguales.
Aunque son muchos los que sienten y comprenden la esencia del movimiento del Brutalismo, otros le atribuyen una connotación negativa, viéndolo incluso como una perturbación visual dentro del paisaje la cual hay que eliminar.
Las construcciones brutalista tienen memoria, son parte de nuestro patrimonio arquitectónico. Sin embargo, su principal material, el hormigón, no es eterno, tiene una vida útil y hay que conservarlo.
Y ya sabemos que en general tanto la cultura de conservación como el respeto por el patrimonio brillan por su ausencia. Esto me recuerda que no hace mucho se aprobaba el Código Estructural que actualiza la reglamentación vigente relativa a las estructuras de hormigón, derogando la Instrucción anterior.
El nuevo marco reglamentario tiene por objeto definir las exigencias que deben cumplir las estructuras de hormigón, las de acero y las mixtas de hormigón-acero para satisfacer los requisitos de seguridad estructural y seguridad en caso de incendio, además de la protección del medio ambiente y la utilización eficiente de recursos naturales, proporcionando procedimientos que permiten demostrar su cumplimiento con suficientes garantías técnicas.
Las exigencias deben cumplirse tanto en el proyecto como en la construcción de las estructuras, así como en su mantenimiento. Asimismo, se dan criterios para la gestión de las estructuras existentes durante su vida útil. Un punto muy importante en el que se hace hincapié por primera vez para prevenir el uso extendido de la demolición como solución.
Con referencia a las construcciones del Brutalismo, la campaña #SOSBrutalism, orquestada por el Museo Alemán de Arquitectura (DAM) y la fundación Wüstenrot, ha reunido ya cerca de 900 ejemplos de este estilo arquitectónico para intentar salvar de la demolición o de la ruina a destacados «monstruos de cemento».
Según una noticia publicada en El País hace un tiempo, #SOSBrutalism recoge a tres edificios españoles que están en peligro de ser derribados: el Instituto de Educación Secundaria Náutico Pesquero de Pasajes (1966–1968), de Luis Laorga y José López Zanon, el Hotel Claridge (Alarcón, 1969), de Roberto Puig, y el Palacio de Congresos y Exposiciones de la Costa del Sol en Torremolinos (1967–1970), de Rafael de La-Hoz y Gerardo Olivares.
Este estilo no sólo es válido para la arquitectura, ha irrumpido con fuerza en el diseño y en el arte. Y es ahí donde EXPRESSAN quiere contribuir para crear archivo e impulsar los proyectos artísticos realizados con cemento/hormigón.
Un año más abrimos convocatoria para la iniciativa ARTE HORMIGÓN y nos preparamos para el Monográfico IV.
Buscamos proyectos realizados con este material contemporáneo que nos cuenten historias. Los trabajos seleccionados se incluirán en el recopilatorio con un discurso narrativo y los artistas estarán invitados a charlar y participar en el Podcast Audio Contemporáneo para conocer mejor su proyecto.
Las bases de participación para el MONOGRÁFICO IV y el cronograma de la convocatoria las encontrarás en el siguiente enlace y si tienes alguna duda puedes escribir a info@expressan.com estaremos encantados de atenderte.
Créditos Photo: Pat Krupa on Unsplash
El Pirelli Tire Building, también conocido como Armstrong Rubber Building, es un antiguo edificio histórico de oficinas en el barrio de Long Wharf en New Haven, Connecticut, Estados Unidos. Diseñada por el arquitecto moderno Marcel Breuer, la estructura es un notable ejemplo de brutalismo. Completado en 1970, se convirtió en hotel en 2020 y abrirá en el verano de 2021.
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