Antonio Susillo, uno de los maestros escultores más importantes de la segunda mitad del siglo XIX fallecía trágicamente un 22 de Diciembre de 1896.
La Sevilla actual no ha encontrado todavía oportunidad para otorgarle todo el reconocimiento que se merece. Pero, tanto el recordatorio sobre este hecho de otro Blogger, Sergio H, como las lecturas en el periódico Diario de Sevilla han hecho que tenga la necesidad de dedicarle, una muestra de admiración a su brillante labor escultórica.
La escultura contemporánea no podría entenderse sin tener presente a cada uno de los escultores que, a lo largo de la historia, han dejado su huella y su obra plástica como legado. El escenario en el que vivieron estos artistas y el transcurso de los acontecimientos nos permiten conocer tanto los avances particulares en la técnica para desarrollar las propias piezas como su aportación a la escultura en general.
En el caso de Antonio Susillo (1857-1896), un escultor autodidacta procedente de una familia de comerciantes, el obtener un gran éxito en la Exposición Regional de Bellas Artes de Sevilla, en 1882, le permitió entrar en contacto con personalidades de la aristocracia de la época, además de con grandes mecenas que lo llevarían a completar su aprendizaje en la escuela de arte de París.
Por ello, su obra está marcada por una influencia modernista, que lo convierte en un reconocido escultor internacional alejado de la escultura cofrade.
La obra de Susillo se desarrolla tanto en relieves como en esculturas civiles y monumentales, resaltando por su técnica y realismo. De entre todas sus piezas, aquella que me resulta más llamativa por, utilizar un material plenamente contemporáneo y novedoso en aquella época es “El conjunto de sevillanos ilustres de San Telmo”, realizado con cemento.
Estas doce esculturas, que coronan la fachada del apeadero del Palacio de San Telmo fueron realizadas en 1895 por encargo de los duques de Montpensier. Dichas esculturas representan a los más ilustres personajes de la ciudad, cuyos nombres se reflejan en sus peanas.
Desconozco el porqué de su ubicación, pero se distribuyen de izquierda a derecha como sigue: Fray Bartolomé de las Casas, obispo y protector de los Indios; Fernando Afán de Rivera, guerrero de la Reconquista; Bartolomé Esteban Murillo, maestro pintor barroco; Benito Arias Montano, teólogo sevillano consejero de Felipe II; Luis Daoíz, militar y héroe de la Independencia; Fernando de Herrera, poeta del Siglo de Oro; Ortiz de Zúñiga, historiador y analista de gran valor; Lope de Rueda, padre del teatro español; Miguel Mañara, fundador del Hospital de la Santa Caridad; Diego Velázquez, extraordinario pintor de la corte de los Austria españoles; Ponce de León, general de las tropas que reconquistaron Granada; y Juan Martínez Montañés, imaginero barroco.
Las esculturas lucen ataviadas con signos distintivos que las caracterizan, de tal modo que; Fray Bartolomé de las Casas está representado con un niño indígena; Fernando Afán de Rivera sujeta su lanza en la mano diestra; Murillo junto a un cartapacio abierto; Montano sujeta un libro en su mano derecha; Daoíz empuña un sable en alto; Herrera aparece sosteniendo una lira; Zúñiga pensativo envuelto en una capa; Montañés sostiene la cabeza del Gran Poder; Velázquez sostiene un pincel en su mano derecha y una paleta de colores en la izquierda; Ponce de león junto a su espada y su escudo; y Mañara lleva en brazos un niño que se abraza desvalido.
Es curioso encontrar a los ilustres con atuendos guerreros colocados simétricamente los segundos de cada extremo y seguidos por los grandes pintores Velázquez y Murillo.
Desde la distancia se puede observar el realismo de los ropajes, las expresiones y el movimiento que transmiten las grandes esculturas de cemento. Aunque es un material resistente al exterior, se entiende que el cemento escultórico utilizado no tendría nada que ver con el que conocemos actualmente.
De hecho algunas de ellas fueron restauradas, siendo protegidas al deterioro de las aves y volviendo a su esplendor con motivo del proyecto de restauración del propio edificio.
La historia de Antonio Susillo que conocemos es una versión incompleta debido a que no se han realizado estudios profundos de su obra y muchas de sus piezas se encuentran en manos privadas, aun así es extraordinaria, rodeada de una parte real y otra de ficción. Una vida corta pero exitosa, llena de triunfos y que incluye también derrotas, sobre todo, en lo más íntimo.
Fue un escultor perfeccionista e innovador, que pretendió dar otra versión a la escultura sevillana más allá de la grandeza del barroco. Recordarle nos inspira para seguir pensando que en la Sevilla de hoy tiene cabida tanto la escultura cofrade como la contemporánea.
En este “Año Murillo”, me viene a la mente el discurso curatorial utilizado en la exposición “Velázquez.Murillo.Sevilla”, organizada por la Fundación Focus Abengoa, que permite el reconocimiento de Velázquez asociándolo a Murillo. Utilizando un discurso similar, la existencia de una escultura de este gran maestro realizada por Susillo podría ser la excusa perfecta para llevar a cabo el reconocimiento que Sevilla le debe a este importante escultor.
Si te ha gustado ¡Compártelo!
Lectura adicional recomendada:
¡Suscríbete a la newsletter semanal!
Deja tu nombre y mejor email aquí abajo y listo.
Una vez completado, por favor, revise su bandeja de entrada y confirme el email. ¡Gracias!
Responsable Sandra Galindo. Finalidad: envío de nuevo contenido y publicaciones sobre el sector. Podrás ejercer tus derechos de acceso, rectificación, limitación o eliminación de tus datos. Encontrarás más información aquí.
Deja una respuesta