El Arte puede abrir ventanas y balcones para conectar a la sociedad, su lenguaje cura heridas del alma y trae esa paz mental que tanto deseamos. Y aún así hay quienes ven exagerado hablar del Arte como una necesidad.
Una pieza de arte genera un encuentro con el yo más interno y con el nosotros formando unidad, acercándonos en muchos casos a un estado de meditación.
Para hablaros de ese arte sanador os traigo este Post Invitado, donde el artista Javier León Pérez (Sevilla, 1977) nos habla en primera persona.
La investigación que ha llevado a cabo sobre diferentes metodologías de meditación en el dibujo ha traspasado toda su labor artística. En sus piezas tridimensionales, las texturas creadas por repetición de pequeños elementos, como si de ritmos meditativos se trataran, nos sugieren paisajes y movimiento y, al mismo tiempo, calma y sosiego. Un equilibrio difícil de conseguir donde él es un auténtico maestro.
Su producción se expone en múltiples galerías de arte contemporáneo nacionales e internacionales y sus piezas están presentes en importantes colecciones de instituciones públicas.
Es un placer presentaros este Post Invitado del artista visual Javier León, en el que nos hablará sobre diferentes elementos meditativos en el dibujo desarrollados en su trabajo.

Para hacer una definición inicial sobre qué son los Elementos Meditativos en el dibujo diré que se trata de todo estado mental meditativo que se produce mientras dibujamos y que pueden ser buscados o no. Dichos estados meditativos se producen de una forma más o menos autónoma aunque en ningún caso provocándolos directamente. Se pueden desarrollar siguiendo dos vías: la primera, manifestándose de forma espontánea, la he llamado Meditación en el Dibujo o MD y la segunda vía es donde tenemos una actitud determinada antes de dibujar, incorporando unas pautas previas, a la cual he llamado Dibujo Meditativo o DM.
En los dos casos otorgan beneficios similares a la meditación tradicional al proporcionar relajación corporal, sosiego y focalización mental. El MD, surgió tras muchos años realizando dibujos de diferentes escalas pero sobre todo de escala mediana y grande, donde pude observar que en ocasiones surgían los estados alterados de percepción y de consciencia relacionado con labores repetitivas durante largas jornadas de trabajo. La percepción se agudizaba alcanzando a percibir matices que en un primer momento era incapaz de ver. La consciencia se clarificaba al calmarse el flujo de pensamientos y dicha experiencia me generaba un goce muy evidente.

Darme cuenta no fue algo que se produjera de forma inmediata, más bien fue algo gradual, paulatino y que con el tiempo fue cuando comencé a comprender con claridad de que era algo mucho más profundo que simplemente un estado de disfrute por dibujar. Dichos dibujos no tenían una intención meditativa, más bien surgían estados meditativos en su proceso sin yo desearlo. El MD se puede dar con cualquier motivo que dibujemos. Cuando estamos imbuidos en nuestro dibujo y sentimos un goce pleno con aquello que estamos haciendo, puede surgir de forma adicional un estado de meditación. A mi entender, sería una forma de meditación de menos profundidad. El punto de focalización estaría fuera de nuestra corporeidad física, no estamos atentos a nuestra respiración, no seguiríamos un ritmo corporal de repeticiones con el trazo. En ese momento no nos fijamos de forma plenamente consciente en cómo sujetamos nuestro lápiz y que energía dejamos que fluya por nuestra mano. No se daría esto. Tan solo estaríamos concentrados en las formas que realizamos con los trazos.
La otra vía llamada Dibujo Meditativo o DM, donde sí tomamos consciencia en nuestra respiración, postura, forma de coger el lápiz y la forma de los trazos en todo su conjunto. El DM lo desarrollé posteriormente, y a diferencia del anterior, requiere de una actitud previa, una organización determinada del espacio de trabajo, una toma de consciencia del espacio que nos rodea y de la hoja en blanco que tenemos delante, una postura determinada y estable. Los ejercicios de respiración son incorporados de una forma decidida y se realizan ejercicios específicos y pautados de dibujo para alcanzar ese fin.
Entre ellos está el que denomino “Corporidas” donde dibujamos de forma suelta y rítmica tomamos consciencia de nuestro cuerpo y movimientos, o el ejercicio-ascesis que denomino “Cieguidas” donde comenzamos a dibujar con los ojos cerrados, visualizando en nuestra mente los trazos que realizamos en el papel.

Los diferentes procesos son mucho más pautados, controlados y complejos. Nos permite profundizar en un estado meditativo mucho más profundo y el resultado del dibujo no necesariamente tiene una finalidad estética, aunque en ocasiones me sorprendo de la gran expresividad de algunos resultados.
Cuando realizamos MD, normalmente existe una intención de hacer arte, de realizar un dibujo con un fin artístico y el cual conservaremos para disfrute del público, pero al realizar DM todo lo anterior carece de importancia.
En primer lugar el DM no se realiza con una intención artística, no se pretende seguir los parámetros por lo que se entiende que debería seguir un dibujo artístico. Como diría Chantall Maillar “seguir un equilibrio entre lo que se cuenta y la forma como se cuenta”. Tampoco estaría necesariamente destinado para ser colgado en un espacio expositivo para disfrute de un público determinado. No es esa la intención.
El DM se despoja de todo eso, es por eso que es una manifestación del dibujo extremadamente austera. Aunque para un artista puede ser interesante como forma de explorar otras posibilidades, requiere de un despojarse de dicha identidad como artista, no cabría una diferencia entre la persona que se considera artista del que no lo es. Si es cierto, que tras realizar dichos ejercicios-ascesis de DM me puede ayudar como punto de partida para una obra artística posterior. Es de sobra conocida las diferentes técnicas para realizar Dibujo Meditativo relacionadas con el mindfullnes. Se tratan de fórmulas lúdicas para la relajación y la expresividad libre. Existen numerosos libros que te enseñan hacer dibujo meditativo desde esta óptica. Pero quiero ir un paso más allá.
El DM profundiza en una manifestación del dibujo que se reconoce como artística pero nace sin intención de serlo y que se sirve de los mínimos elementos visuales para hacerse presente.
Las alucinaciones extáticas son estados mentales muy relacionados con la dimensión mística, que por diferentes factores, según Ángel González García en su libro “Pintar sin tener ni idea y otros ensayos sobre arte”, se pueden encuadrar dos órdenes, uno químico y otro físico. Dentro del orden físico están los factores detonantes de carácter dañino, como el ayuno, la flagelación o las sangrías, y las no dañinas como la meditación, la auto-hipnosis y la actividad rítmica. Me voy a centrar en estos últimos factores como métodos que generan estados “especiales” de estar en el mundo y percibirlo ya que están muy relacionados con el DM y el MD.
Ciertas labores que vengo desarrollando en mis procesos artísticos, tienen mucho de repetición rítmica que implica todo el cuerpo unida a la necesidad de una precisión máxima en la ejecución, en pintura, dibujo o escultura.

Me exijo una concentración máxima para llevarlo a cabo, y estar completamente imbuido que es en definitiva estar muy ”presente” en lo que se hace. Esto es muy análogo a la meditación. Los dibujos automáticos que tuvo un gran auge durante el periodo surrealista, requiere un adormecimiento de la conciencia para que fluya de forma libre la inconsciencia. Seguían técnicas muy cercanas a la hipnosis o empleaban sicotrópicos. De ellos surgen de forma general unos particulares procesos (meditativos, hipnóticos y rítmicos) que se plasma en una suerte de formas de ornamentales a partir de pequeños motivos. Algunos factores como la profundidad, por ejemplo, no están presentes dando lugar a obras planimétricas con un fuerte sentido de “tapiz”. Este tipo de obras requieren de una elaboración repetitiva, monótona, muy dura y exigente, son igualmente agotadoras como la danza o el canturreo de un chamán que induce al trance extático.

Es por ello que considero mi trabajo dibujístico como el resultado de un proceso que no se desarrolla por superposición, sino por agrupación y por progresión y que de alguna manera se relaciona con todo lo explicado anteriormente.
Mis obras se convierten en una sensación de “viaje” para mí, sensación que de alguna manera revive el que contempla el resultado de la obra. Es un proceso donde el concepto “rapidez” no existe y el tiempo adquiere otro valor o simplemente se suspende.
La experiencia vivida por el espectador frente a la obra es de gran importancia para mí. Me interesa la capacidad del espectador para proyectarse a sí mismo ya que, de manera casi inevitablemente, al experimentar con formas abstractas y ambiguas, crean conexiones con la realidad o signos y símbolos establecidos. En este sentido, mis piezas actúan como una caja de resonancia que permite al espectador contemplar y escuchar sus propios pensamientos y verse a sí mismo reconocido e inmerso en una experiencia sensorial y meditativa.
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