
La fotogrametría y lo virtual. Más que herramientas en la creación artística. Israel Tirado
El impacto de la tecnología irrumpe en el mundo artístico para ofrecer nuevas formas de expresión además de facilitar herramientas para su difusión o desarrollo.
Si la fotografía y el video-arte conviven en museos y galerías con la pintura y la escultura, con el auge de la tecnología otros formatos como la realidad virtual o la impresión digital se abren camino posibilitando nuevas disciplinas.
Para hablaros de la fotogrametría aplicada al arte os traigo este Post Invitado del artista Israel Tirado (Sevilla, 1981).
En su producción artística encontramos a la ciudad y, muy especialmente, a la periferia como objetos de investigación, en una incesante búsqueda de los no-lugares, donde se juega con la idea del paisaje real y su representación. Mucho antes de que su video-creación “Irreversible” fuese seleccionada para el Monográfico III de piezas de cemento pudimos ver sus piezas escultóricas en diferentes exposiciones colectivas, sin contar con que en breve disfrutaremos de su primera exposición individual en Sevilla.
Es un placer presentaros este Post Invitado del artista Israel Tirado, en el que nos hablará sobre su proceso creativo empleando las nuevas tecnologías como instrumentos además de ser parte de su lenguaje artístico.

En gran parte, a lo largo de estos años de formación artística, alentado por la curiosidad, el conocimiento y la experimentación, me he centrado en la parte procesual de las cosas, es decir, en los métodos constructivos que dan lugar o generan una obra de carácter artístico. Este espíritu experimental creativo otorga importancia al recorrido, pues en numerosas ocasiones nos encontramos con circunstancias fortuitas no contempladas que o bien nos determinan el resultado final de una pieza, proyecto, o bien nos lo amplían o conducen por nuevos senderos.
Esta inclinación personal por la experimentación de métodos, procesos y principios tecnológicos me ha hecho derivar hacia la multidisciplinariedad artística, pues entiendo la gran riqueza expresiva y los puntos de vista diferentes que para un mismo tema de nuestro interés esta nos puede otorgar.
Al igual que otros artistas actuales, he hibridado en los quehaceres artísticos, no solo las herramientas o procesos tradicionales, sino también los tecnológicos, fruto del auge y la democratización tan imponente y que tenemos a nuestra disposición hoy en día. Jaume Plensa o el propio Antony Gormley hacen uso de los últimos avances industriales para la elaboración y diseño de sus esculturas. Sabine Howard o Juan Manuel Miñarro hibridan de forma muy acertada su proceso más tradicional del modelado escultórico con la técnica de la fotogrametría o el escaneado 3d para la producción de muchas de sus piezas. Tenemos a otros artistas como Dionisio González o María Núñez, con piezas puramente virtuales, o a Edward Burtynsky, con la utilización de los últimos avances en drones para sus capturas fotográficas desde gran altura.
Estos nuevos recursos y métodos tecnológicos no solo me facilitan las tareas artísticas de producción, sino que, como he puntualizado anteriormente, suelo emplearlos también de una manera no ortodoxa, poco convencional, donde el error y lo inesperado tienen también cabida.
Como centro temático, mi trabajo artístico se sitúa en el paisaje urbano, especialmente, y de momento, el de la periferia, donde utilizamos el caminar como práctica artística y medio de reconocimiento, que me permite, a su vez, reflexionar sobre su complejidad, procurando ir más allá de su encuadre y representación explícita. Me he detenido, especialmente, en la marginalidad, que es asociada de manera habitual a este tipo de paisajes, que me ayudan, no solo a llenar la mirada de información y conocimiento, sino también a navegar por cuestiones físicas, políticas, éticas o medioambientales.
A consecuencia de ello, estoy desarrollando un paisaje, un universo con lenguaje propio, que pretende llevar la mirada del espectador -por medio de la obra artística- más allá de su tiempo y de su espacio para introducirlo en la naturaleza sublime, separándolo del mundo para dejarlo sin respuestas en esa enigmática búsqueda de lo desconocido.
Para este desarrollo paisajístico personal he hablado del caminar, fundamental para mí, como práctica artística. En ella me apoyo para la toma de información, no solo en la libreta de notas y apuntes gráficos tradicionales, sino también en otros medios tecnológicos más modernos como es el smartphone, el dron o el distanciómetro. Con el afán de obtener información diferente o de ahondar sobre ella, estos equipos me permiten mirar, medir o tomar anotaciones desde otro punto de vista o soportes imposibles para el propio cuaderno. La técnica de la fotogrametría se ha hecho imprescindible en mis caminatas, pues me da la posibilidad de capturar por medio de la fotografía el volumen espacial o arquitectónico de aquellas zonas de interés. En este caso, la fotografía adquiere un nuevo valor y significado, al mismo tiempo que voy construyendo un archivo fotogramétrico que puedo utilizar para la propia creación artística.

Una posterior manipulación de la copia bajo entornos virtuales es el potencial que particularmente le veo, pues me otorga la posibilidad, tras un procesado determinado, de darle un nuevo valor estético a los trabajos. Así surgió, por ejemplo, la obra de Altar (I) o la obra videográfica del proyecto Espacios Acotados, fruto de la deriva urbana realizada en el barrio sevillano de San Juan Alto y Sevilla Este, respectivamente. Estas tomas fotogramétricas me permitieron posteriormente reconstruir un nuevo paisaje fruto de las sensaciones que el propio lugar me fue otorgando; un proceso que puede permanecer de manera digital como obra en sí misma o reinterpretada bajo prácticas pictóricas, escultóricas o de videocreación.

La toma fotogramétrica no solo la empleo durante las derivas urbanas, sino que igualmente es una práctica muy habitual en el estudio, pues me sirve para cuestionar, ensayar y valorar un objeto en concreto, proveerlo de otros valores y significados. Así, la obra Montaña (I) surgió de un pequeño esbozo de cemento de dimensiones 5x4x3 cm, con el que trataba de representar la idea física de un territorio periférico concreto. Vemos aquí, por ejemplo, cómo la escala se hace fundamental y determina en gran parte su contexto y significado.


Estos ejemplos ponen de manifiesto mis inquietudes artísticas y experimentales, tratando de ir más allá del encuadre físico, que, aún entendiendo que es fundamental y necesario, reside en mi ADN la necesidad de ahondar otros caminos, otros formatos, otras maneras con la que cuestionar el mundo. Los nuevos medios tecnológicos, con sus posibilidades, me ofrecen esto. El siglo XXI, con sus nuevas formas de comunicación, con sus nuevos medios, con su tecnología, nos va relegando -poco a poco- a otro plano espacial, simultaneo, paralelo. Este espacio intangible, pero existente, podemos casi medirlo si pensamos, por ejemplo, en el tiempo que pasamos diariamente delante de nuestro smartphone.
Mi trabajo artístico quiere situarse en esta frontera entre lo tangible y lo virtual. Al igual que El caminante sobre un mar de nubes de Friedrich, lo virtual me produce cierto sentimiento de sublimidad, que asusta, pero que también atrae.
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