
Cuando hablamos de arte contemporáneo o de arquitectura no podemos hacerlo sin explicar la influencia del collage. La idea expandida del collage como un sencillo procedimiento compositivo de cortar y pegar materiales de diferentes ámbitos ha originado una nueva interpretación de cómo explicar el mundo. La deconstrucción de partes para llegar a un todo.
El collage es una técnica, un instrumento plástico y también un modo de representación. Conocemos el collage cubista de Picasso, el collage arquitectónico de Gaudí o el collage visual de Carmen Calvo, y cada uno de ellos recurre a una forma diferente de collage para desarrollar estrategias de composición, diseño y mecanismos de construcción.
Para hablaros del collage como sinónimo de creatividad os traigo este Post Invitado, donde la artista visual Alicia Rojas Osuna (Córdoba, 1993) nos habla en primera persona.
Su trabajo se desliza entre las disciplinas de las artes y el branding, retroalimentándose entre ellas para desarrollar cada uno de sus proyectos.
Nuestras trayectorias se cruzaron cuando su desempeño como directora de arte y creación de marca la incluyeron en el Encuentro Emprendedoras Creativas. Siguiendo su faceta más artística podéis ver su pieza “1993” dentro de la exposición del XXVI Certamen Europeo de Artes Plásticas que acoge el CICUS hasta el 31 de julio.
Es un placer presentaros este Post Invitado de la artista visual Alicia Rosuna, en el que nos hablará sobre la utilización del Collage como una pieza fundamental en todo su trabajo.

La vida no es blanco o negro, sino diversidad de color. Puede sonar a tópico, pero es la realidad. Y al igual que ella, la creatividad no es sinónimo de pureza, sino de mestizaje. No es un folio en blanco que, por obra divina, se llena de ideas caídas del cielo. Es el fruto de vivir, de experimentar, de dialogar, de equivocarse y de interrelacionar.
La creatividad, como la vida, es ecléctica. Funciona en gran parte como un collage, en el que se vinculan cosas que aparentemente no tienen nada que ver las unas con las otras, y se dota de un sentido inesperado a esas conexiones, creando algo nuevo, novedoso, a partir de lo que ya existe.
El publicista Toni Segarra lo ejemplificaba muy bien con los bares de las universidades, donde el biólogo y el matemático pueden compartir sus experiencias con un buen desayuno o tomando unas cervezas, y hacer que la ciencia progrese a partir de su espontáneo cruce de ideas.
Sin duda, la interdisciplinariedad hace que la vida sea más interesante, como el viajar y ver mundo. Prueba de ello es mi propia trayectoria, que se ha visto marcada por la mezcla, por un ir y venir constante entre dos mundos aparentemente distintos: la práctica profesional de la creación de marcas, o branding, y el estudio de comportamientos artísticos contemporáneos.
En estos cinco años de experiencia junto a mi equipo de Albañomaría he aprendido que si uno quiere construir una identidad fuerte y perdurable en el tiempo es sumamente importante prestar atención a todos los detalles. El aroma del establecimiento, los colores corporativos, el modo de envasar o envolver los productos, o incluso un estilo fotográfico; todo debe ser ideado coherentemente en torno a un concepto que represente unos valores y una filosofía. Es una labor comparable a la de un director de orquesta, que debe atender a cada instrumento y coordinar a sus músicos para que la obra se interprete de una forma armónica. Así, una marca es mucho más que un logo o un nombre; y lo mismo podría decirse de una persona.

Bajo mi punto de vista, el individuo es el resultado de un mix, cuyos “ingredientes” pueden llegar a asemejarse a los de otro, pero difícilmente serán iguales. En nuestro paso por el mundo, somos capaces de dejar huella en otras personas a través de una acción, un discurso, una imagen o hasta un perfume. Todo aquello que hacemos o decimos es susceptible de convertirse en un recuerdo. Y esto se debe a que cada uno es definido no sólo por su nombre o por su apariencia física, sino también por toda esa amalgama de elementos que dan forma a su identidad.
Como en una novela, todo comunica: desde las acciones, hasta el lenguaje o los objetos de los que se rodea, ayudan a hacerse una idea de cómo es el protagonista. Ser consciente de ello nos puede ayudar a querer tomar las riendas del guión de nuestra vida, así como a controlar el modo en el que somos retratados en nuestro día a día.
Este modo de concebir la identidad me ha conducido, en mi labor artística, hacia la idea de que es perfectamente posible hallar un retrato sugerente, poético, que hable de alguien sin la necesidad de que esté presente físicamente.

Buen ejemplo de ello es “Factura Simplificada”, un proyecto que realicé a partir de algo tan banal como tickets de la compra, y que dio lugar a una serie de retratos de tinte conceptual, inspirados en los productos adquiridos por cada individuo o “Qué tiene mi hogar que me hace tan diferente, tan especial”, una obra que vincula, a través de lo cotidiano y de los objetos, la identidad de un espacio a la identidad de una persona, reflexionando sobre la idea de que el lugar en el que vivimos, en el que crecemos, puede revelar rasgos de nuestra personalidad, de nuestros gustos y nuestra vida.

Seguidamente, mi cabeza actúa como un moodboard o panel de tendencias, una herramienta a la que suelen recurrir los diseñadores para visualizar en un mismo soporte todo aquel material gráfico que pueda servir de inspiración para su proyecto, como fotografías, textos, colores o texturas. Aparentemente todo ese material puede resultar inconexo o caótico. Sin embargo, los ojos de la mente son capaces de encontrar sinergias entre lo disperso; actúan como un niño que, con ayuda de su lápiz, traza líneas entre números repartidos por un folio en blanco, y acaba formando, a través de la síntesis, un dibujo.
No obstante, en este proceso creativo juega un papel importante el azar. Es un circuito que se activa cuando la mente atisba lo que puede ser una idea interesante, un viaje cuyo destino se muestra incierto. Pero eso es lo emocionante, que cuando uno empieza no sabe dónde va a acabar, ni tampoco las sorpresas que le deparará el trayecto.
El resultado puede ser un collage, un vídeo, un grabado, una fotografía, una escultura, o incluso una instalación. Da igual la técnica o el soporte, siempre que me ayude a materializar una idea o un concepto, y a dotar a la obra de sentido.
Junto al azar, o a la identidad, lo cotidiano suele cobrar protagonismo en mi trabajo. Así, cuando voy de viaje en el tren, en el autobús o simplemente andando por la calle, procuro de vez en cuando salir de mis pensamientos, y atender a lo que me rodea.
Esta es una forma de sentirme viva y de llegar a disfrutar del arte sin necesidad de acudir a un museo, simplemente prestando atención a lo que tengo delante, y dirigiéndome a ello con una mirada poética.
Igualmente, ese encuentro casual y simultáneo con elementos de la vida cotidiana, puede despertar una red de conexiones entre ideas preconcebidas. De este modo, el collage traspasa su noción técnica hasta convertirse en el principio que rige la creatividad del ser humano.
Ya lo decía la poeta Emily Dickinson: “siempre deberíamos tener el alma abierta de par en par, lista para dar la bienvenida a cualquier experiencia extática”, ya que donde menos esperamos es donde se encuentra la inspiración.
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Gracias Sandra, por invitarme a formar parte de Expressan, y cederme un espacio en el que expresar mis ideas y dar a conocer mi trabajo. Proyectos como el tuyo, que dan visibilidad y apoyan a personas creativas, son más que necesarios hoy en día; así que te deseo toda la suerte del mundo, y espero que esta idea tan bonita no pare de crecer.
¡Muchas gracias, Alicia! Ha sido un placer mostrar tu gran trabajo y todo un lujo tenerte en la sección como parte de la familia #PostInvitado.¡Un abrazo!